En 1984 hubo un gran cambio en nuestras vidas, tenía 8 años y nos fuimos a vivir a Las Compañías (uno de los sectores más pobres de La Serena en ese tiempo). Como gran gracia, la dictadura militar había premiado a mi papá como buen empleado público y le otorgó una casa de 30 metros cuadrados, con forados en el techo, que ni piso tenía.
Recuerdo que mi madre lo único que hacía era llorar de impotencia y de rabia. Pero no había de otra, era el sacrificio que debían hacer para que mi hermano y yo tuviéramos buena educación.
Pasó el tiempo y, la verdad, es que el barrio no era tan malo. Había otros empleados públicos, profesores y gente de clase media que no tenía donde más vivir. En este entonces los sueldos eran miserables y te alcanzaba para comer y los gastos básicos.
Además, también fui testigo del horror de la dictadura. Las personas salían a protestar en las noches para no ser identificadas y desde la ventana de mi casa se veía como los pacos le sacaban la cresta, por igual, a señoras, niños y ancianos, no hacían distingo.
Más de alguna vez, cuando fui al colegio, había gente mal herida tirada en el suelo de tanta pateadura que les daban, quedaban inconscientes y nadie los quería ayudar por miedo a las represalias de los milicos.
Bueno, por esta, y otras razones más mi domicilio político siempre ha sido la izquierda. Cuando estuve en la universidad eras del Partido Comunista o nada, y la verdad es que a mi nunca me atrajo este tipo de tendencia ya que en ese tiempo eran demasiado totalitarios, así como el alter ego de la Udi o el Partido Republicano.
Sin embargo, el comunismo de este entonces dista mucho del actual y se han modernizado bastante, aunque su sistema de elección de autoridades para mi aún me parecen muy arcaicas pero bueno, no estoy allí para opinar con propiedad.
No hay duda que en este tiempo, Chile está viviendo una época crucial, el la cual se enfrenta la extrema derecha, el ala más fascista del pinochetismo, violador de derechos humanos; y por el otro lado la izquierda socialdemócrata en una fórmula media extraña que llega recargada de derechos sociales, con un candidato joven y carismático. Pero ¿qué pasa con la gente que no conecta, y a pesar de que Kast es un mentiroso de primera línea tiene altas probabilidades de salir elegido presidente?
Fui candidata a Core y concejal en la región de Coquimbo y, aunque no me fue bien, dejé muchas amistades por allí, el otro día me llamó una señora con la cual hice buenas migas, estaba con algo de pena. “Señorita Alicia, sabe qué, vinieron unas señoritas a hablarme de Boric y yo los escuché, pero me decepcioné” – por qué, le pregunté- “Sabe lo que pasa es que me salieron hablando de que el veganismo era lo mejor, que tenía que ser feministas, etc. etc. y sabe qué, apenas tengo para comprar un par de tomates a la semana”.
Ahí me derrumbé, e inmediatamente comprendí lo que he visto en muchos comentarios en redes sociales y, cuando escucho radio: la izquierda se puso elitista y se desconectó del pueblo.
Es cierto que lo que se propone en el programa de Boric son derechos de sentido común, pero, qué pasa que a las personas no le hace sentido.
La verdad es que la queja más común que hay entre las personas es la superioridad moral que se pregona. En una población, que es la mayoría de Chile, en donde a penas se tiene para comer, las personas se tienen que esconder dentro de sus propias casas para no morir baleadas es bien poco lo que le pueda interesar el feminismo, el veganismo y el animalismo.
En este sentido, no estoy diciendo que estas causas sean malas, al contrario, pero a esta hora, donde la necesidad apremia, qué tan importante es andarlas refregando a cada rato en la cara.
Allende, y el gobierno de la UP, se hizo de la lucha popular, con los obreros, con las manos en el barro, y no con una elite universitaria de la católica o la Chile. Gabriel, para ganar, debes estar a esa misma altura y que la gente de tu comando, de una vez, se baje del árbol.