A propósito de Qatar 2022 y “Los hombres que vendieron la Copa del Mundo».

Por Albertoacostista

Quedan 4 días para la 22° de la Copa Mundial de Fútbol organizada por la FIFA.

Como ya es de público conocimiento la cita se albergará en la petro monarquía qatarí que se extiende sobre un territorio más pequeño que la región del Ñuble, tiene menos habitantes que Uruguay y concentra más del 70% de la población en su capital, Doha.

Se jugará en 8 estadios de los cuales, solo 2 se habían construido antes de que el ente regente del fútbol anunciara, en 2010, a Qatar como sede. Ninguno, por requerimiento de la ocasión, cuenta con un aforo menor a 40.000 espectadores. Dada las dimensiones del país, es probable que la mayoría de los estadios, como ya ocurrió con algunos en Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, queden en desuso.

El mismo Joseph Blatter ha dicho que los países gastan más de lo que ganan a propósito de un mundial. ¿Entonces por qué tanto interés en organizar este evento? El documental “Los hombres que vendieron la Copa del Mundo” de Discovery+ (2021) te lo cuenta, pero hay que tener aguante para tratar de entender entre el amarillismo y la propaganda yankee. 

El insufrible papel de superhéroes que intentan darse los involucrados en la investigación y el destape del caso de corrupción al interior de la FIFA queda minimizado por los hechos: es el FBI quien finalmente llega al meollo del asunto a través de la ley RICO, misma norma con la que desarticularon a la mafia en los 80 y 90. ¿Y por qué le bajaron las ganas de investigar, si hasta ese entonces el corrupto ecosistema de la FIFA no había sido un problema? La respuesta es más menos obvia: EEUU perdió, a manos de Qatar, la organización de este mundial. 

Paréntesis. El documental, como buena mierda yankee que es, omite hablar sobre cómo, en esta dinámica de sobornos, se adjudicaron los mundiales anteriores (incluído el de 1994, celebrado en EEUU) y se centra en darle a Rusia y Qatar. Muy ad-hoc a los tiempos. Cierre de paréntesis. 

Las sedes organizadoras hasta ese entonces se decidían a través del Comité Ejecutivo, órgano de 24 miembros, a puertas cerradas. Y en ese espacio pesó más la alianza y el juego diplomático y económico que pudieron armar Rusia y Qatar, que el deseo norteamericano.

FIFA, entonces, podía meterse con casi todos, pero no con EEUU. No es menor señalar que la mayoría de las detenciones a los altos miembros del comité ejecutivo se llevaron a cabo en Suiza, lo cual muestra que el poder norteamericano, más allá de los signos de decadencia en otras áreas, sigue gozando de buena salud y se puede permitir quebrar a una de las instituciones más poderosas del mundo si lo necesita, pero no solo eso, sino que además con un cínico y empalagoso relato de justicia. 

Por si lo extrañaban, ahí entra nuestro piñufla representante criollo en esta trama de poder: Sergio Jadue. Es uno más, de una larga lista, de los soplones que ayudan a la Federal Bureau of Investigation a desenrollar la madeja. De ahí es que uno puede entender porque se alarga tanto la dictación de sentencia en su caso: puede que a ese sanguchito le quede palta.

Volvamos a la pregunta. ¿Para qué un mundial de fútbol? ¿Para que exponerte a que todo el mundo critique tu sociedad patriarcal, señor jeque? ¿Para que matar a más de 6.500 trabajadores migrantes para la construcción de la infraestructura del mundial (The Guardian, 2021)? 

En concreto, el poder de la Copa Mundial de Fútbol opera en dos dimensiones. Primero, el país organizador se alza con un poder simbólico (soft power) importante, es valorado positivamente por el sistema internacional, lo cual puede traer réditos políticos y económicos en un mediano plazo: estatura regional, alianzas, turismo, proyectos, inversiones. No obstante, la Copa Mundial de Fútbol tiene una dimensión más dura del poder: materializa en el presente proyectos políticos y económicos. En este caso en particular, Rusia y Qatar sellaron un multimillonario acuerdo para la explotación del gas en la península de Yamal. Qatar presionó a Francia a través de sus inversiones y con ello consiguió que Platini se diera vuelta, dejara pagando a los gringos y votara por los islámicos. Para Rusia el Mundial representa el resurgimiento luego de la ignominiosa disolución de la URSS dentro de su política revisionista del poder de EEUU. Para Qatar, seguridad y equilibrio entre los saudíes e iraníes.

República de Corea y Japón 2002, que nunca han sido muy amigos, sirvió para consolidar la alianza pro EEUU en el este de Asia, cercando a China. Alemania 2006 es la expresión de la hegemonía alemana en la Unión Europea y el continente. Pregúntenle a los griegos. Brasil 2014, era parte del proyecto para consolidar su liderazgo en la región y el mundo y lograr el tan ansiado asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 

¿Y si en 2015 toda esta trama ya estaba desbaratada, por qué no se cambió de sede? Sencillo. El costo económico y político de romper con los auspiciadores, constructoras y demás asociados era demasiado grande para la FIFA, así que nos tenemos que aguantar este mundial en esta fecha, en este invento de país que si fuera de izquierda, sería un “régimen” y se hablaría 24/7 de las violaciones a los derechos humanos.

Después del destape la FIFA vivió un remezón. Llegó Infantino, se transparentaron algunas cuentas, las sedes ya no se eligirán por medio de comité ejecutivo, sino que a través de una asamblea general, entre otras medidas. ¿Acabó la corrupción? Por supuesto que, a ese nivel, no. Pero ese no es el tema. La importancia de la Copa Mundial de Fútbol radica en ser el deporte más popular del mundo. En la vitrina por excelencia para las grandes marcas. En una oportunidad única para multinacionales de la televisión, las apuestas y la construcción. Todos quieren la Copa. Galeano decía que Adidas ganó el pentacampeonato antes que Brasil. 

Pero por sobre todo, sirve a los intereses de las potencias y a quienes aspiran a serlo. Por lo tanto, decir que el fútbol es solo un negocio es quedarse corto. 

Publicada por Revista de frente Chile

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